Yo soy nieta del Destino, hijastra del Dios que se casó con la noche eterna, cuando ella enviudó del Caos del que verdaderamente soy hija (Caos que me engendraste). Nací el mismo día que el hombre pisó la Luna por primera vez, Tengo algo de lunática, pero debe ser por mi signo del zodíaco, soy cáncer. Cuando era chica pensaba que si le ponía alas a mi bici, podía pasar a la 5° dimensión (la 5° dimensión es la famosa dimensión del espesor de las paredes. Es una dimensión irracional apenas conocida, cuyos orígenes se remontan a las tabiquerías arcaicas del hábitat y que acarrea tantos problemas de incomunicación). A los 22 años, en una situación confusa, empecé a tocar el bajo (y todavía sigo). Hay veces que cuando toco, me siento animal, mis manos, garras inútiles.

Primero es un silencio frío que súbitamente lo astillo, lo corto a cuchilla, y ya no respira. Un sonido de luz sin alma, de montaña rasgando con un grito el velo duro del abismo. Se paró mi corazón. Otra vez el sonido que forma otro sonido en la concavidad nocturna de las cosas. Después es una aullido vago y todo se estremece, hay silencio en el medio de todo esto, como un miedo sordo. Después no hay nada más. Escucho el ruido de los pulmones y el corazón. Se que puedo viajar sin maletas y deslizarme en tus sueños.

P.D.: si no nombré a los hombres, es porque ellos brillan por su ausencia, como Casio en el funeral de Junia.

Eso es todo,

                    Itu